miércoles, 28 de abril de 2010

En este blog encuentro textos para mis clases...
http://lenguaspya.blogspot.com

lunes, 26 de abril de 2010

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor del fuego


Alguien me dijo que no es casual…que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.


Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego”, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.

Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el patio donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.

Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un exámen, o para cerrar una noche de cine. Las de “veníte el sábado” porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.


El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada…y sin embargo…detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.



Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.

Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir.

Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.

Entonces…los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.

Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir.


Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes.

Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono.

Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego” que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida.



Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón.


de Simone Seija Paseyro
Uruguaya – 45 años

jueves, 15 de abril de 2010

SOBRE LAS FORMAS DEL DESAMOR

Muchas veces me ha ocurrido creer reconocer desamor en una mirada, en un gesto, en una palabra, mas ahora creo que el desamor es silencio y es olvido, es un trasto viejo y oxidado, es ese objeto que no tiene lugar e incomoda, es la sorpresa desagradable de una náusea, es querer arrojarse a un vacío.
Muchas veces soñé que el desamor era un desgarro, cruel herida que desangraba de un tirón la vida; muchas otras lo soñé como si fuera la guadaña de la parca acechando en la oscuridad temblorosa de mi habitación desmesurada.
El desamor, amigo mío, no tiene sonido ni sabor…es… ¿cómo explicarlo? Un no saber lo que se sabía, un no sorber lo que se sorbía, un no gustar lo que se gustaba y finalmente una forma más del sin sentido.
El desamor es como una mañana nublada o soleada, no importa. Es un amanecer muy frío y sin frazadas, en una larga tregua del deseo y una esperanza lejana de armonía.
Muchas veces he creído leer desde un paradigma indicial la temida catástrofe: ahora sé que no existe Casandra alguna que adivine ese sucio despojo del cariño que fue lo que tuve y ya no tengo y por el que -con sorpresa-, mi garganta no emite ningún quejido.
El desamor es ahora esta extraña cabaña en la que habito sin miedo, sin pena, sin gloria, es lo que tengo, lo que aún no he perdido.

La función materna

La función materna

martes, 13 de abril de 2010

ÑEMITY

Escucho esta canción cuando tengo añoranza de mi querido CheYro'cué, Alto Paraná, Paraguay...

lunes, 12 de abril de 2010

Un texto interesante de Beatriz Bixio

Cuando cerró el V Congreso de Didáctica la Lengua y la Literatura, la Dra. Beatriz Bixio, señaló algunas cuestiones muy interesantes sobre la lengua y la escuela.Lo comparto.

jueves, 8 de abril de 2010

PORQUE SIEMPRE ES 8 DE MARZO


No me arrepiento de nada
(Gioconda Belli)
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
—ellas habitando en mí queriendo ser yo misma—
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
—en horas de oficina—
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.